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La investigación y la aplicación de las innovaciones tecnológicas, claves para la sostenibilidad medioambiental

Las empresas dedicadas a la obtención vegetal aportamos cifras que permiten celebrar con optimismo el Día Mundial del Medio Ambiente, pero siempre teniendo claro, que es necesario seguir trabajando para aumentar la productividad agraria sin dejar de optimizar el consumo de energía y agua y reduciendo las emisiones de CO2.

Según la evaluación de la FAO, la mejora de las variedades vegetales ha generado el 40% del aumento en la productividad de las plantas de cultivo; otras fuentes, consideran que esta aportación puede llegar al 60%. Sea como sea, parece claro que la obtención vegetal contribuye de forma importante al enorme reto de alimentar a una población mundial en constante crecimiento. Nuestra directora, Elena Sáenz, añade que el aumento de la productividad no puede hacerse a cualquier precio: los productores se están tomando muy en serio la sostenibilidad y se están concienzando cada día más de que proteger el medio ambiente no es una opción sino una necesidad.

El optimismo surge cuando se analizan las cifras no de un año concreto sino de un periodo amplio: la evolución es, en todos los casos, muy favorable. La ESA (European Seed Association) ha evaluado la aportación que han hecho los obtentores vegetales al medio ambiente en los últimos 30 años. Gracias a sus investigaciones y a la aplicación de las innovaciones tecnológicas se ha podido aumentar sustancialmente la productividad, pero empleando menos de agua; el valor de las cosechas obtenidas por metro cúbico de agua utilizada ha aumentado en un 19% en los cultivos de trigo, el 63% en tomate, 75% en naranjo y hasta un 215% en el caso del olivar, etc.

También en el consumo de energía que se emplea en los cultivos se han producido importantes ahorros durante las últimas tres décadas al mismo tiempo que se aumentaba la productividad. Así, por ejemplo, la producción de trigo por megajulio de energía consumida ha subido un 57%, un 50% en el caso del maíz, el 70% en el olivar y el 35% en el cultivo del tomate.

El CO2 emitido a la atmósfera por kilo de producto ha caído igualmente de forma sustancial en los últimos 30 años al poder disponer de semillas de más calidad. En el caso del maíz el descenso ha sido del 34%, un 40% para el naranjo, 42% para el olivar y 24% para el tomate.

En cuanto al aumento de la producción de alimentos con respecto al suelo perdido, también los indicadores son favorables. Con la misma pérdida de suelo se produce más cantidad de alimento que hace tres décadas: un 60% en el cultivo de trigo, 225% en olivar y un 75% en el tomate.

No podemos olvidar, que obtener nuevas variedades vegetales y mejorar las ya existentes para hacerlas más sostenibles, supone un notable esfuerzo en I+D, una apuesta esencial para el futuro agroalimentario. Según datos de la Comisión Europea, el porcentaje de inversión en I+D de las compañías obtentoras supera incluso al que realizan las de automoción, farmacéutica, aeroespacial o la de las tecnologías de la información.

Esta investigación también mejora las características físicas de los cultivos y productos obtenidos: se ha reducido la altura de determinados cultivos, con lo que se evitan pérdidas por encamado (caída por viento), aspecto muy importante en el caso del cereal; se ha mejorado la resistencia de la piel de las frutas, con lo que se evitan pérdidas en cosecha, almacenamiento y transporte (el caso de los melones es el más paradigmático); se ha logrado que los productos frescos como berenjenas o tomates se conserven más tiempo.

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