El momento del cereal
La campaña de siembras ha sido muy confusa para el sector. No terminaba de llover lo que se esperaba, los precios altos de los imputs y los nuevos cambios que parece que llegan con la PAC 2023. Aun así, la demanda de semilla certificada por parte del agricultor se está manteniendo, demostrando una vez más la fortaleza y madurez del sector de la semilla de cereal.
Años como el presente, en el que las condiciones climáticas no se prestan las mejores, el agricultor es consciente que la mejor opción para una máxima nascencia de su cultivo y un óptimo desarrollo inicial es la siembra de semilla certificada. De esta forma, el agricultor se asegura obtener la máxima cosecha de su explotación, y un cultivo que se desarrolle sano y fuerte, capaz de aguantar de la mejor forma cualquier condición climática adversa que pueda producirse durante la formación del grano. Es por ello que cada vez más agricultores optan por sembrar semilla certificada, habiéndose duplicado el porcentaje de uso de semilla certificada de cereal en España, pasando de un 20 % hace diez años a superar el 40 % en la actualidad.
Los agricultores reconocen que la semilla certificada es “garantía” y por ello son cada vez más los que la eligen. Garantía en lo que se refiere a su origen, trazabilidad, homogeneidad, pureza específica, pureza varietal, germinación, ausencia de otras semillas no deseadas en la siembra, sanidad o humedad… Estas garantías ofrecen al productor algo muy valioso: seguridad. El uso de semillas certificadas es sinónimo de seguridad a la hora de producir porque aporta:
– Fuerza varietal
– Elevado nivel de germinación
– Sanidad de la semilla
– Trazabilidad
– Sostenibilidad de los programas de I+D
– Homogeneidad del lote y de las propias cosechas
La semilla certificada supone una serie de ventajas importantes para los agricultores, como el uso de menores dosis de siembra debido a la garantía de germinación, el menor tiempo en la preparación de la semilla, o el aumento del rendimiento, ya que se asegura una buena implantación del cultivo y la reducción de malas hierbas. Y lo más importante, la semilla certificada es la única que tiene garantizada su calidad por medio de los controles oficiales que realizan las autoridades competentes, lo que permite asegurar su trazabilidad y pureza varietal.
Por el contrario, el uso de semilla que no está sometida a ningún control de calidad y sanidad a través de un circuito regulador representa una amenaza y un fraude para los agricultores, ya que no garantiza ni la calidad ni la sanidad de la semilla, comprometiendo la sostenibilidad de la producción cerealista. Además, perjudica a todo el sector al frenar el avance de los programas de mejora para la obtención de nuevas variedades más productivas, más resistentes y adaptadas a las condiciones de cultivo de las diferentes regiones. Por todo esto, se hace necesario el cumplimiento de la legislación vigente por todos los agentes del sector, evitando que llegue al agricultor semilla que no reúna las condiciones óptimas para su siembra y que ponga en riesgo la inversión en el desarrollo de nuevas variedades y la producción profesional de semillas.
Como consecuencia de la mejora genética realizada por los obtentores vegetales, en los últimos 50 años se ha producido un aumento medio en los rendimientos de las cosechas del 40-67%, según las especies. Solo en la UE y a lo largo de los últimos 20 años, a las mejoras aportadas por la obtención de plantas y semillas se debe el 67% del crecimiento anual de la productividad. Para seguir consiguiendo este tipo de mejoras es fundamental dar continuidad a los programas de investigación y desarrollo de nuevas variedades, siendo su eje vertebrador el respeto de los derechos de obtención vegetal que promueve el uso de la semilla certificada y el reempleo legal de granos para siembra.
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