Un español al frente de la Federación Internacional de Semillas
Desde este mes de junio, el español Eduard Fitó preside la Federación Internacional de Semillas. Esta organización representa a los obtentores de semillas –cientos de empresas familiares, pymes y varias multinacionales– que, con sede en 72 países, operan prácticamente todo el planeta. El nuevo presidente de ISF es director de la compañía catalana Semillas Fitó, una de las más importantes empresas del sector, con casi 140 años de historia, y miembro de nuestra Junta Directiva y Presidente de la Sección de Hortícolas.
¿Cuáles son los objetivos que se plantea el presidente durante su mandato?
Mis objetivos se centran en fortalecer la misión que tiene la Federación Internacional de Semillas, fundamentada en dos pilares: por una parte, promover la innovación en la obtención vegetal y, por otra, crear las mejores circunstancias posibles para extender el movimiento global de semillas. Las dos cosas son esenciales para que se cumpla el sueño de quienes formamos parte de la Federación: un mundo donde las semillas de la mejor calidad estén accesibles para todos, garantizando al mismo tiempo una agricultura realmente sostenible y absoluta seguridad alimentaria para el consumidor.
Cuando piensa en semillas ¿qué es lo que le preocupa especialmente?
Me preocupa que todavía algunos no hayan entendido el daño que se hace al producir y comercializar ilegalmente la simiente, que es un triple daño: a la competitividad de los agricultores que cumplen con la ley, a la imagen del sector y a la seguridad alimentaria de los ciudadanos.
A titulo de analogía, me gusta comparar la obtención varietal con la creación musical o literaria. Igual que los músicos combinan notas y los escritores palabras, nosotros, semillistas, investigamos para mejorar las variedades vegetales y desarrollar otras nuevas que los consumidores demandan. Una nueva variedad es una nueva combinación de genes y ahí radica el valor añadido de las semillas; en eso ha venido trabajando el ser humano desde los comienzos de la agricultura, poco a poco, lentamente, sin ciencia, solo con su experiencia. Hoy lo hacemos con la ciencia genética y en laboratorios de investigación, en mucho menos tiempo y con muchas más garantías. Al igual que escritores y músicos tienen muy presente que cuando se comercializa un libro o una canción, es necesario preservar en su comercialización esa única y singular combinación de notas y palabras, también nosotros debemos incrustar el mismo respeto por la Propiedad Industrial en nuestros modelos de negocio, porque solo así podremos obtener recursos para seguir investigando, mejorando desarrollando nuevas variedades, algo que requiere mucho talento, cuesta millones de euros y necesita años de abnegado trabajo.
¿Y usted cree que la gente es consciente de esto?
No, y por eso hemos de dedicar más tiempo y recursos para explicar quiénes somos, qué hacemos y por qué hacemos lo que hacemos. Y no solo a aquellos que ya nos conocen, sino a los que no saben nada de nosotros o no nos entienden. A esos hay que explicarles que lo que la ISF quiere es un mundo donde todos tengan acceso a semilla de calidad, usando una agricultura sostenible y garantizando plenamente la seguridad alimentaria.
Eso tiene mucho que ver con la mejora de las semillas y la propiedad. Usando de nuevo la analogía musical, nadie está obligado a escuchar música moderna. Puedes vivir una vida sin escuchar a los Beatles o el último disco de Artic Monkeys. Puedes estar escuchando música tradicional de tu país. Pero si prefieres disfrutar de las nuevas canciones, a nadie se le escapa que habrás de pagar por ello. Creo que en la producción de las semillas debemos explicar lo mismo: si un agricultor quiere usar nuevas semillas de mayor calidad, es justo que colabore también cuando las compra para tirar también del carro de la innovación; porque la innovación debe ser una responsabilidad de todos y no solo de algunos.
Nadie duda de la importancia que tiene la innovación en otros sectores pero cuando se habla de agricultura no parece haber la misma unanimidad…
Por ignorancia; porque la gente cree que cientos de millones de personas se pueden alimentar sin aplicar la tecnología. Y no se trata solo de que comamos todos –que es algo de justicia– sino de que comamos bien; si, por ejemplo, hoy tuviéramos que comernos el tomate que se producía hace 200 años, nos daría asco. De modo que sí, la innovación en la agricultura, como en todos los sectores productivos, es fundamental. Los consumidores están demandando más alimentos frescos de absoluta calidad, con diferentes tamaños y texturas, nutritivos y con más sabor; los quiere en cualquier época del año, a precios asequibles, más duraderos y con plena seguridad alimentaria. En eso trabajamos los obtentores vegetales y por eso la innovación vegetal contribuye al bienestar y la salud de los ciudadanos y mejora su calidad de vida. El problema es que resulta cara y sus objetivos finales no siempre se logran, lo que la hace muy arriesgada. Por eso necesitamos el máximo número posible de seleccionadores vegetales: obtentores locales que estén cerca de las necesidades de los agricultores y que aporten nuevas soluciones; multinacionales que puedan afrontar proyectos complejos; y también institutos públicos de investigación. Para ello, resulta fundamental una regulación que no encarezca los aspectos regulatorios porque si lo hace dificultará la entrada de nuevos actores y la tarea innovadora de los actuales.
Como se puede ver, en la Federación Internacional de Semillas y en ANOVE, tenemos muchos retos por delante pero también tenemos cuatro valores que nos animan a no desfallecer: integridad, colaboración, sostenibilidad e innovación. A mí me parecen fundamentales en el mundo de hoy y, por eso, sencillamente apasionantes.
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